Armando Matta R.
Especialista en Economía Ecológica y Ambiental
Economista
En el vasto laberinto de la vida, nos encontramos inmersos en una búsqueda constante por comprender dos conceptos que parecen estar intrínsecamente ligados: el desarrollo y el crecimiento. ¿Qué significan realmente estas palabras? ¿Son meramente términos económicos que miden el aumento de la riqueza y el progreso material? Al buscar en el diccionario, encontramos definiciones aparentemente sencillas que aluden a incrementos y mejoras, pero ¿es esa la única perspectiva desde la cual debemos contemplarlos?
En el ámbito económico, el desarrollo suele examinarse a través de la distribución de la renta y el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, mientras que el crecimiento se enfoca en el aumento de los ingresos y la expansión de la población. No obstante, no podemos permitir que estas medidas simplificadas nos conduzcan por un sendero equivocado. Es esencial recordar que el bienestar de una sociedad no se reduce a meros números y estadísticas. En la travesía hacia una comprensión más profunda, debemos plantearnos una cuestión fundamental: ¿es el crecimiento económico el único camino hacia un mayor bienestar?
Expertos y teóricos nos presentan diversas miradas acerca del bienestar humano. Desde la Organización Mundial de la Salud, que lo aborda como un estado completo de bienestar físico, mental y social, hasta los enfoques psicológicos que consideran la satisfacción y la calidad de vida como elementos centrales. Además, existen aquellos que ven el bienestar como un conjunto de capacidades, oportunidades y ventajas que enriquecen la vida de las personas más allá de lo cuantificable.
En medio de este laberinto de definiciones, surge un interrogante primordial: ¿qué índices son los más idóneos para medir el desarrollo y el bienestar? Entre las diversas opciones, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) creado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) destaca por su enfoque holístico. Este índice incorpora la esperanza de vida, la educación y el ingreso como factores clave que impulsan el bienestar de las personas, subrayando así la importancia de considerar aspectos más allá de lo meramente material.
No podemos permitir que la seducción del crecimiento económico nos desvíe de nuestro propósito: el bienestar de las personas y su calidad de vida. Ambos términos, desarrollo y crecimiento, son enfoques complementarios pero distintos, y es crucial que no se confundan ni se entrelacen de manera indiscriminada. En nuestro viaje hacia un mayor bienestar, debemos recordar que el crecimiento económico es un medio y no un fin en sí mismo.
Así, en medio de la encrucijada filosófica que plantea este ejercicio de reflexión, se despliegan panoramas diversos y perspectivas multidimensionales. Cada definición de bienestar nos revela una faceta única de este misterioso concepto y nos invita a explorar su alcance y significado en nuestras vidas. Te invito a que indagues y navegues por las aguas turbulentas del desarrollo y el crecimiento, con el objetivo de descubrir qué impulsa realmente el bienestar humano y cómo podemos encontrar un equilibrio en medio de esta danza incesante entre ambas fuerzas. Bienvenidos a este viaje de descubrimiento y reflexión en busca de un bienestar auténtico y profundo en nuestro mundo cambiante.
Nussbaum & Sen (1996) lo expresaron de la siguiente manera:
El término “Bienestar” debe ser usado en un sentido amplio. No solo debe incorporar los elementos de las teorías del bienestar que postulan como elemento primordial, la satisfacción de las necesidades o el placer y las que afirman que los bienes que controla una persona son lo más importante. El término “Bienestar” debe relacionarse con aspectos como las capacidades, las oportunidades, las ventajas y otros elementos no cuantificables que hacen referencia a la calidad de vida de las personas.
Te dejo otras reflexiones sobre el bienestar para complementar un estado de reflexión y complemento que impulsen tu investigación y descubrimiento del bienestar personal
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el bienestar como «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades» (1948).
Carol Ryff, psicóloga y profesora de la Universidad de Wisconsin-Madison, define el bienestar psicológico como «la capacidad de la persona para funcionar en forma óptima y satisfactoria en su vida cotidiana» (1989).
Ed Diener, psicólogo y profesor de la Universidad de Utah, define el bienestar subjetivo como «un estado subjetivo de bienestar y satisfacción con la vida en general» (1984).
Ruut Veenhoven, sociólogo y fundador de la World Database of Happiness, define el bienestar como «la satisfacción de las necesidades y la experiencia de la calidad de vida en el contexto de la cultura y los valores de una sociedad» (1999).
Richard Easterlin, economista y profesor de la Universidad del Sur de California, define el bienestar económico como «el bienestar material de una persona, medido por su capacidad para adquirir bienes y servicios que satisfagan sus necesidades y deseos» (1974).
En conclusión, considero que el bienestar debe estar incorporado a una definición más amplia que el éxito económico y profesional que marca una sociedad de estado capitalista. Sus límites son muy marcados, pero el ser humano es mucho más amplio y sus necesidades son más grandes que solo la vida económica. Es muy importante complementarlas, realizarse de tal manera que tengas una vida cómoda económicamente que permita centrar los pensamientos en asuntos prioritarios, es evidente que el ingreso es y será importante y una crítica social purista y simplista no es la solución, pero definitivamente nunca dejar de lado nuestra alma y nuestro corazón.
“Soy Armando Matta, todo es debatible ¿Tú qué opinas?”.